
Es el resurgir de las cenizas,
sobrepasando las sombras clandestinas,
lo que me trae de nuevo,
a este para mi, mítico refugio en la noche silenciosa.
Son los pensamientos que me han acercado
al abismo, de los que he emergido con esfuerzo lentamente,
he necesitado como el buzo liberarme del lastre,
que me tenia anclada en el fondo de la ciénaga.
En esa vorágine del laberinto de lamentos,
se alzaron voces que el eco repetía con reiterada insistencia,
para que no me amilanase, ni perdiera la consciencia.
Me refugie en las historias anudadas del kaipu donde me atraparon los sueños con infinita persistencia.
Cantares de ondinas calmaban mis nervios, como lo hace una copa de Ginebra, en una noche aciaga y tenebrosa.
Retuve en mi memoria historias cálidas que me ataban a la vida, balanceandome como un péndulo plateado de lado a lado, siempre la métrica como única medida.
Perdida la mirada en cristales escritos que en el fondo reflejaban
aquellas experiencias insanas que me tenían atrapada, sumida en la agonía.
Desprecie las mieles para saborear las hieles.
Leves reflejos y susurros, me traían a la mente buenos recuerdos que tenían la eficacia de las píldoras sedantes del olvido.
Para en la medianoche infinita emerger de nuevo,
a reconciliarme con la amada prosa, como si fuera una única exposa que me encadenaba de nuevo a la existencia.
Los males que padezco, son secuelas de los vicios del pasado airado...que en el presente no me han dejado indiferente.
Lo que soy se lo debo a lo que fui antaño.
¡No me arrepiento de lo andado!
Por que me debo a lo que soy sin renunciar al resto, fruto de un pasado intenso.
Entonar el "mea culpa" es sabio, pero no resiste el tic tac del reloj que mide el tiempo...
Son las caídas, las que te hacen levantarte,
para seguir dando tumbos, sin asustarse,
por la inequívoca senda, haciéndole guiños a la vida que existe ahí afuera, ejerciendo su innata presencia en cada instante.